En su prólogo Juan anuncia “buenas noticias” o evangelio, y dice
desde el principio quien las envía y a quien van destinadas, identificando al
mensajero.
Establece a la vez que el
mensajero y el mensaje son uno y el mismo:
“La Palabra enviada por Dios es
la persona de su hijo unigénito”.
Para Juan la salvación no es
algo es alguien, Juan nos enseña que Dios se hizo hombre para que pudiéramos
conocerle, amarle y por su gracia ser como El, para que así nosotros pudiéramos
ser divinos, ser hijos de Dios. En Jesús la Palabra del Padre se hizo carne por
vez primera.
En el libro del Génesis, la
creación es descrita en términos de la palabra. Dios habló y las palabras que
dijo se convirtieron en actos creativos. Dios dijo: “Hágase la luz, y la luz se
hizo”. Todo lo que Dios dijo fue creado.
Juan dice que esta misma
Palabra creativa que estaba con Dios desde el principio y que forma parte de la
naturaleza de Dios mismo se ha convertido ahora en Criatura, un ser humano
específico, así podemos ver al Creador en su Criatura. El infinito expresado en
lo finito. Lo eterno se ha vaciado en lo temporal. Lo divino se ha
personificado en lo humano. Dios mismo se ha hecho carne.
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