Como un árbol, podemos dar los frutos del Espiritu Santo

Ya conocemos los dones del Espíritu Santo: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Ciencia, Temor de Dios, Piedad y Fortaleza.

Pero ahora nos preguntamos: ¿para que sirven todos esos dones que Dios me ha regalado al momento de recibir el Espíritu Santo?

Sirven si somos como una planta, como un árbol. Piensa que en un árbol cuando es pequeño, le cuidamos con amor y le regamos con mucha agua y le colocamos tierra buena. Si el árbol no lo aprovecha y no lo quiere recibir, no podrá crecer fuerte y dar sus frutos. Pero si el árbol recibe todos esos regalos de agua, tierra, luz, etc. se hará fuerte y nos dará sus frutos, sombra, oxígeno, madera, belleza y tantas cosas buenas.

Así debemos ser nosotros, recibir y practicar los dones que nos da el amor de Dios a través de sus Santo Espíritu para que empecemos a dar muchos frutos. Habrá en nuestra vida más amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad, dominio propio. ¿Quién con estos frutos no estaría más feliz? ¿No sería más amable y pacífico el mundo si vivieramos un poco así ?

Gálatas 5, 22-25

Por el contrario, el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza,

mansedumbre y temperancia. Frente a estas cosas, la Ley está demás, porque los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus malos deseos.

Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por él. No busquemos la vanagloria, provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente.